Las evidencias de que el modelo de desarrollo europeo está agotado son cada vez mayores. Tanto es así que, en el último ciclo político europeo (iniciado con el mandato de Ursula Von der Leyen) se ha tratado de impulsar un cambio estructural del mismo en torno a la triple transición: verde, digital y social. Tres grandes procesos en el centro de una fuerte disputa política que se va a definir en los próximos años. Es el momento de producir y señalar otras posibles visiones sobre el tipo de sociedad a la que tenemos que transitar.
La correlación maldita hace referencia a que en la Unión Europea el progreso en las cuatro transiciones (ecológica, socioeconómica, democrática y feminista) ha implicado históricamente el aumento de las presiones planetarias, hasta llegar al punto en el que está en riesgo la sostenibilidad de la vida.
Países con mejores resultados en las transiciones como Luxemburgo, Finlandia, Irlanda o Suecia, tienden a tener peores resultados en los impactos planetarios. Y, al contrario, los países con menores impactos ecológicos, como Hungría, Bulgaria o Rumanía, tienden a tener peores resultados en las transiciones. Esta contradicción nos lleva a preguntarnos si el modelo europeo de desarrollo es compatible con el desarrollo sostenible del planeta.
La reformulación de nuestro modelo de desarrollo es la cuestión ineludible de la Unión Europea: mostrar que se puede vivir mejor, con prosperidad y derechos, sin que eso implique condenar al conjunto del planeta a la insostenibilidad y la injusticia.
El estudio La correlación maldita en la Unión Europea. Análisis de la coherencia de políticas en los Estados miembros para un desarrollo sostenible profundiza en cómo las dinámicas políticas entre los Estados miembros están condicionando el sentido de las transiciones de manera preocupante. Y apunta interesantes recomendaciones que, desde la coherencia de políticas, pueden orientar el modelo europeo hacia un horizonte común de derechos y respeto al planeta.
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